Por Isaac Morales Fernández
Hoy es una realidad. La tradición cultural más
antigua de nuestro continente, realizada desde hace más de 400 años, resultado
perfecto de lo que fue el difícil proceso histórico que dio lugar al
sincretismo religioso y el mestizaje, tiene hoy el aval internacional que lo
declara como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, en el seno de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO). Esta es la primera tradición cultural venezolana que obtiene ese
reconocimiento oficial por parte de la ONU, y que no sólo reconoce a esta festividad a
la vez religiosa y pagana que identifica el carácter ancestral, pluricultural y
multiétnico de nuestro pueblo, sino también al trabajo sostenido que viene
haciendo el Gobierno Bolivariano de Venezuela desde hace varios años para
apoyar su difusión y garantizar su durabilidad en el tiempo.
Hablamos, pues, de los Diablos Danzantes de
Venezuela, celebrados en más de 20 pueblos de Venezuela, de los cuales sólo 11
son celebrados el día de Corpus Christi (como nuestros mirandinos Diablos
Danzantes de Yare) y el resto son celebrados en diferentes fechas de año (por
ejemplo los de El Callao, en el Estado Bolívar, son celebrados en Carnaval). Y
son precisamente esas 11 representaciones las que han recibido este beneficio
que otorga El Comité Intergubernamental para la Salvaguarda del Patrimonio
Cultural Inmaterial de la
Unesco, allanando el camino para que, en un futuro no muy
lejano, otras manifestaciones culturales venezolanas, como la Parranda de San Pedro, gocen
de ese prestigio y beneficio. Debemos decir que quedamos en deuda con las
danzas de diablos no religiosas, pero lo importante es este gran paso que la
cultura venezolana ha dado hoy.
Ahora bien, las festividades de este tipo, danzas
rituales mágico-religiosas de diablos, tienen su origen en la Europa medieval, cuando se
representaba simbólicamente el sometimiento de las culturas primigenias ante la
dominación de la iglesia judeo-cristiana. En ese tiempo, siglos XII y XIII, las
culturas originarias europeas mostraron su primera transformación, pues lo que
hoy conocemos como Corpus Christi por herencia colonial católica, fue
especialmente colocado, a la manera de las iglesias coloniales edificadas sobre
los templos aborígenes, en las fechas en que esos pueblos europeos tenían sus
propias celebraciones rituales ancestrales precristianas. Ahí tenemos una
primera mezcla de manifestaciones culturales de danzas de diablos, pues significaban
el sometimiento del mal ante el bien, lo pagano rendido ante lo cristiano. Ya
desde entonces, los diablos danzaban hasta la entrada de la Iglesia con vestuarios
diseñados especialmente para la ocasión.
Cuando los países del Mar Mediterráneo, junto al
imperio inglés, se lanzan a la conquista del centro y sur de África, las
festividades de diablos comienzan a tener sus primeras transformaciones. Los
esclavos africanos interpretan esos rituales de diablos danzantes, donde
igualmente se mantiene la simbología del mal sometido ante el bien, pero enriqueciendo
las festividades de diablos sobre todo desde el punto de vista musical y
dancístico, agregando ritmos más movidos dado su fundamento principal en la
percusión, que como sabemos, en la cultura africana tiene aún hoy en día una
fuerte influencia de sus ritos, algunos de los más antiguos del mundo, en donde
los instrumentos de percusión totalizan el acompañamiento musical. Más tarde, España
y el resto de Europa arrastran consigo a la África esclavizada hacia la
conquista de nuestro continente, y se traen no sólo las cruces y las biblias,
sino también, las fiestas africanas camufladas bajo las cristianas, entre
ellas, precisamente las danzas de diablos. Por supuesto, no fue nada fácil,
para quienes sufrieron los primeros tiempos de la rapiña y matanza, mantener
sus tradiciones, ya desde entonces bastante sincréticas.
En ese contexto, apróximadamente hacia 1660 ó 1690,
comienza a darse la celebración de los Diablos Danzantes de Corpus Christi de Yare,
y desde esa época, esta celebración mágico-religiosa se ha mantenido por un
poco más de 400 años, identificando fuertemente el sincretismo de la cultura
tuyera, dándole un origen legendario y casi mítico (por sus diferentes
versiones). Asímismo, otras manifestaciones de diablos danzantes, de Corpus
Christi o no, fueron surgiendo posteriormente a lo largo y ancho del país,
erigiéndose con el paso de los siglos como una de las tradiciones más
variopintas, ricas y arraigadas en la cultura y el folclor nacional. Cabe
destacar que hay una tendencia entre sus practicantes o prometeros a
considerar a los diablos de Corpus Christi como una manifestación estrictamente
religiosa, mas no folclórica, lo cual halla su explicación en que quienes
bailan disfrazados de diablos de Corpus Christi son sólo quienes tienen algo
específico que agradecer a Dios, normalmente la cura de alguna enfermedad o la
solución de un grave problema familiar, es decir, no lo hacen como una
celebración folclórica en que todo el pueblo participa, sino que sólo
participan los promeseros, congregados bajo una Cofradía, y sólo en la fecha
indicada por el calendario católico, mientras el resto del pueblo cumple la
función de feligrés o espectador en general. Sin embargo, sabemos que la
utilización de la maraca y el tambor, a un ritmo fuertemente marcado,
acompañado por una danza grupal prototeatral cuyos movimientos aluden a cierto
animismo, son reminiscencias de las culturas africanas y aborígenes, que entendían
el baile ritual como una vía de comunicación directa con lo divino, en donde
danzantes y capataces actúan como médiums para agradecer la buena fortuna y
obtener la gracia celestial.
Palabras más, palabras menos, celebremos pues, este
triunfo de la cultura sincrética, pluriétnica y multicultural venezolana, ¡y
que vivan todos los Diablos!
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