Por Isaac Morales Fernández
Son aves que
no se asustan
Violeta Parra
Es en medio de las luchas revolucionarias que los
jóvenes y estudiantes han escrito las victoriosas páginas de la historia
necesaria. Desde y gracias a José Félix Ribas lo tenemos clarísimo. Así,
Violeta Parra les cantó: “¡Me gustan los estudiantes!”, “pajarillos
libertarios”. Y Salvador Allende proclamó un axioma indiscutible: “Ser joven y
no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”. Tales
aseveraciones hallan un ejemplo excelente en las acciones que dieron lugar a
que en Venezuela se celebre cada 21 de noviembre el Día del Estudiante
Universitaria.En 1957, Marcos Pérez Jiménez, uno de los más célebres gorilas
anti-libertarios latinoamericanos, protegido por Estados Unidos, y que ascendió
al poder a fuerza de golpes de estado, traiciones y otras múltiples fechorías
que son bien conocidas, llamó a un manido e improvisado plebiscito, bajo reglas
creadas intencionalmente para la ocasión, buscando desesperadamente prolongarse
en el poder. Su gobierno estuvo marcado por la manía de grandeza, proyectada
hacia grandes obras arquitectónicas de visión estadounidense (todas en
Caracas), un servilismo pro-gringo que atentaba contra la independencia
económica venezolana, y una durísima represión contra la libertad de expresión
y opinión pública en todas sus formas: intelectuales, prensa, radio, partidos
políticos, movimientos estudiantiles, etc.
Ante esta situación insoportable, el 21 de noviembre
de ese mismo año una enorme masa estudiantil de varios liceos y universidades,
mayormente del oeste de Caracas, iniciaron una huelga, como consecuencia de una
serie de acciones de calle y repartición de volantes agitativos en protesta
contra el régimen autoritario de Pérez Jiménez. El centro de las acciones se
llevó a cabo en la Universidad Central de Venezuela, y allí los cuerpos
represivos de la Seguridad Nacional encarcelaron a varios jóvenes y ordenó el
cierre de este y otros centros de educación superior.
Las exigencias de los estudiantes de entonces no era
sólo por meras reivindicaciones, sino principalmente en contra de la agresiva
represión policial y militar, en contra de la ausencia total de libertad de
expresión, del silencio cómplice de algunos medios impresos, en rechazo a la
cantidad innumerable de prisioneros políticos, a la ilegalización por decreto
presidencial de todos los partidos políticos y al apoyo que estaba dando Pérez
Jiménez a la invasión yanqui sobre Guatemala.
Y así, empuñando el lápiz, de a miles, seguidos por
todo un pueblo, y no con un irrisorio centenar de manos blancas, ayudaron a
derrocar una verdadera dictadura de derecha, de esas que tanto gustaban al
macartismo eisenhoweriano.
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